La primera fuente de alimentación del ganado bovino es el pasto.
Su alimentación está constituida por hierbas, tallos, hojas, semillas y
raíces de numerosas plantas. No pueden digerir ciertas sustancias como
las ligninas y los taninos. En el pasto, las plantas que consumen preferentemente son las gramíneas. También aprecian las fabáceas,
y constituyen una fuente importante de nitrógeno cuando se encuentran
entre el pasto; entre las más frecuentes se encuentran el trébol blanco, el trébol rojo, el loto y la alfalfa.
Vacas comiendo heno. |
.
Por motivos de producción o gestión ganadera, o cuando la
disponibilidad de hierba no es suficiente, para alimentar a los animales
los ganaderos utilizan forrajes cosechados durante la primavera o
verano y que se han conservado. Se pueden distinguir varios tipos de
forrajes según el método empleado para su conservación. El heno
es uno de los más utilizados; se trata de hierba segada en verano que
se seca al sol antes de cosecharlo. Otro de los métodos de conservación
habitual es el que conduce a la formación de ensilajes; este sistema se basa en la fermentación de los glúcidos solubles contenidos en los forrajes por bacterias lácticas para hacer disminuir el pH del forraje e impedir la acción de las bacterias que causan la putrefacción. Los ensilajes se conservan en un medio anaerobio (generalmente cubiertos por un toldo de plástico) para impedir su deterioro por la acción de bacterias aerobias. Suelen producirse a partir de hierba o de maíz. Las normas de fabricación de ciertos quesos AOC como el gruyer y el emmental
no permiten el uso de ensilajes porque se considera que contienen un
gran contenido de gérmenes butíricos que afectan la calidad de la
transformación quesera. También se puede alimentarlos con paja, pero este alimento, que tiene un alto contenido de lignina, no es muy alimenticio, aunque puede ser tratada con amoníaco o sosa con el fin de mejorar su digestión por parte de los animales.
Los ganaderos complementan en ocasiones la alimentación de su ganado con alimentos concentrados comerciales. |
Por razones de engorde, incremento de la tasa de crecimiento o de aumento de la producción lechera, la ganadería intensiva moderna, además del forraje tradicional, les proporciona a su ganado complementos concentrados
energéticos o proteínicos así como complementos minerales y
vitamínicos. Estos complementos pueden ser aportados bajo diferentes
formas, como pueden ser los cereales, que permiten aportar energía a los animales. Entre los más utilizados se encuentran el trigo, el triticale, la cebada, la avena, el mijo, el sorgo y el maíz. Como complementos energéticos también se utilizan raíces y tubérculos. La remolacha, rica en azúcares solubles, las patatas y la mandioca, ricas en almidón, son alimentos particularmente energéticos. A menudo también se utilizan sus subproductos, como la melaza y la pulpa de remolacha azucarera, residuos de la cristalización de los azúcares de la remolacha.
Las fuentes de proteínas más habituales son los turtós,
residuos sólidos obtenidos tras la extracción del aceite de semillas o
frutos oleaginosos. Los turtós más utilizados son los de soja, los de colza, los de girasol y los de lino.
Durante mucho tiempo se utilizaron harinas de origen animal como
concentrados proteínicos. A principios de los años 1970, en el Reino Unido no se respetaron algunas reglas de higiene que permitían evitar la transmisión de enfermedades, y se desencadenó una epizootia de encefalopatía espongiforme bovina
(o EEB, conocida comúnmente como la «enfermedad de las vacas locas»)
que obligó a sacrificar a cientos de miles de reses. Los primeros casos
de animales enfermos se declararon en el Reino Unido en 1986, y en 1996
se detectó en el ser humano una nueva enfermedad, una variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, que se relacionó con la epidemia de EEB en el ganado vacuno.
Los bovinos por lo general no necesitan un aporte de las nueve vitaminas hidrosolubles (B1, B2, B3, B5, B6, B8, B9, B12 y C), porque las bacterias de su panza las sintetizan.
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